viernes, 11 de diciembre de 2020

DEBERÍA LEER MEJORES LIBROS

      Esta tarde he tenido un par de horas libres y he elegido irme a una cafetería del pueblo a disfrutar de un trozo de tarta un café bien caliente, en estos días de diciembre se agradece.

     Estaba haciendo buena cuenta de mi carrot cake y mi capuccino, empezando la página 175 del libro que llevo dos meses para terminar, yo que me leía los libros en una noche... (es lo que tiene tener niños) cuando una señora que estaba en la mesa de al lado me dió un par de golpecitos en el hombro.

    La señora era clavadita, pero clavadita a la protagonista de la serie esa de la escritora que ayudaba a resolver crímenes, aunque también me recordaba a la abuela de Downton Abbey, o sea, una mujer elegante, esbelta, de las que llevan los años con mucho estilo y dignidad.

   Pues bien, me giro con un par de sobrecitos de azúcar preparados para dárselos pensando que era lo que me iba a pedir cuando de sopetón me suelta:

 -Ese libro que estás leyendo, querida, es una soberana estupidez. Y además es mentira. Te puedo asegurar que cuando un hombre quiere iniciar a una mujer en el mundo del descubrimiento sexual no lo hace de esa manera.

     Yo ya sabía que el libro que estaba leyendo era simplemente lectura de pasar el rato, que era una cenicienta moderna con trazas sexuales. Quiere mostrar prácticas sexuales como el sadomasoquismo y se queda en el umbral de un martes por la tarde tonto para el Marqués de Sade. Pero cuál no sería mi cara de estupefacción ante el comentario de la señora que se echó a reír.

-¿Perdone?- es lo más que acerté a decir. Ante mi reacción la señora separó un poco la silla que había libre en su mesa y me hizo el gesto para que me sentase allí.

- Ven querida, siéntate aquí en frente, estaremos más cómodas, te voy a contar qué hace realmente un hombre cuando quiere iniciar a una mujer en las prácticas sexuales que a él le gustan.

     Casi tiro la silla al levantarme del impulso que cogí, parecía un resorte, cogí mis cosas y me acomodé lo más rápido que pude donde me indicaba con la mano. He de decir que me tenía completamente hipnotizada, además el libro realmente era rollo y si no me hubiera interrumpido ella habría dejado de leer igualmente. 

     - Yo nací en 1945, un buen año para nacer. Conocí a varios hombres a lo largo de mi juventud pero por unos motivos u otros ninguno cuajó como marido. Cuando tenía 25 años y ya iba camino de ser la solterona que soy lo conocí a él. Fue muy típico, en una fiesta, un amigo de un amigo... eso sería lo único que puedo llamar "típico" de toda mi historia con él. Era 1970, por lo que mi adolescencia la había vivido en los fabulosos años 60, eso me había enseñado que los hombres tienen una cosa en mente siempre, desde la primera cita te los tienes que quitar de encima con espátula, o no, que es más divertido.

     Pero él no era así. Durante los primeros dos meses me llevó a cenar, a bailar, a pasear, al cine... nos besábamos y acariciábamos, pero no pasaba la cosa de ahí. Yo no sabía qué pensar, le daba vueltas a la cabeza sobre si no le gustaba, si tenía algún problema... las locuras que llegué a pensar... quizá simplemente me respetaba y me quería conocer mejor, eso es lo que me decía él. Para entonces yo ya estaba completamente ciega de amor por él. Me gustaba todo, incluso lo que no me gustaba. Y esto solo lo puede entender alguien que lo ha vivido. Nos habíamos conocido en noviembre y en diciembre pasó las fiestas con mi familia, parecía algo muy serio, entonces, en el mes de enero sucedió. Una noche mientras nos besabamos en el sofá de su casa comenzó a acariciarme muy despacio debajo de la ropa, las caricias fueron a más y así, solo con su mano me llevó al cielo. Nuestros encuentros fueron cada vez más frecuentes y en cada uno de ellos hacíamos algo diferente. No sé por qué digo hacíamos cuando era él quien hacía algo distinto. Yo solo me dejaba llevar. 

    Para primavera ya tenía la experiencia de cualquier mujer de mi edad, pero quería más, quería sentir esa pasión cada vez más intensa cada día, comenzó a tocarme indiscretamente en lugares públicos, nunca nos vio nadie, y no sé cómo pudo ser así, porque había veces que era muy descarado. Solo tenía que acercarse a mí por detrás y decirme -"Ven"- muy despacio, pronunciando las tres letras cada una con su tempo... y yo ya estaba perdida, ya podía hacer conmigo lo que quisiera que me entregaba a él en completa sumisión...

    Me encantaba que me exhibiera, ir a locales de dudosa reputación y me tratara como si fuera algo de su propiedad, algo que tocar y besar delante de todo el mundo para que ese "todo el mundo" me deseara y quisiera hacerme lo mismo... y así se lo dejé ver. "Haz conmigo lo que quieras" y siempre, lo que quería, a mí me terminaba encantando...

    Cada encuentro era excitante, húmedo, cálido... y yo quería saber más, hacer más...    Pero un día desapareció, se fue sin más. Lo busqué pero fue en vano. Nunca pude volver a estar con alguien que provocara en mí ese deseo, ni me hiciera sentir tan bien, ni tan cómoda, ni tan sensual como él. Pasado el tiempo dejé de buscarle en otros hombres y me resigné. Pero créeme querida que todo lo que me hizo nunca llegará a hacer sombra a todo lo que provocó que yo deseara que me hiciera... "

     Estuvimos hablando muchísimo tiempo, lo que empezaron por dos horas se convirtieron en meses y años de amistad en las que me contó con pelos y señales cómo aquel hombre le mostró la falta de  límites que tiene el deseo, el dolor y el placer de maneras que yo no había podido ni imaginar... y sentí envidia. No sé si le amaba por todo lo que aprendió con él o por él mismo, pero eso da igual. Porque ese hombre existió y creo que siempre le estará estará esperando.

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