miércoles, 25 de noviembre de 2015

ERASE UNA VEZ...LA VIDA

     Solapar sentimientos requiere el mismo proceso y habilidad que combinar ropa. Los colores, formas, tejidos y complementos... En mi caso, que soy excesiva en cualquier circunstancia, siempre supone un reto doble. O me excedo y termino asfixiada de calor, o me quedo corta y paso un frío del carajo... por no hablar de los picores de espalda de la lana mala de los jerseis al no haber acertado con la camiseta interior o no haberme acordado de ponérmela... Sí, lo reconozco... soy de esas personas que se acuerda perfectamente de ese comentario desafortunado que le hizo su ex sobre otra tía en alguna conversación pos-coital... pero se me olvida ponerme una camiseta interior con ese jersey tan bonito pero que pica como su santa madre...
    Tengo una amiga que acaba de entrar en la menopausia de forma prematura y está más feliz que un regaliz porque dice que ahora su estado tiene excusa... es multipolaridad... según ella. Y yo, que parezco el puñetero  cazo con agua de los libros de texto de primaria que ponen como ejemplo para explicar los cambios de estado... y sufro fusión, vaporización, solidificación etc tan rápido como pasar de una habitación de mi casa a otra...y sin menopausia, ni excusa ni explicación... Y me río al escuchar la canción del "Rey Lui" de Disney, o me quedo hipnotizada mirando el lunar que tengo encima del labio (al cual yo nunca había dado ninguna importancia) o me peino el flequillo con la mano pensando en las onda que hace en mi frente y en como se mueve con cada gesto que hago... (empieza la fusión) algún gemido o suspiro se me escapa, no lo voy a negar. Entonces recuerdo la historia de ese faro, aquel que se enamoró de un barco que nunca atracó en su puerto, que lo iluminó hasta en las noches más oscuras, que era tanto de propios como de ajenos. Y con un escalofrío que empieza en la parte baja de la espala sube recorriendo mi espina dorsal hasta que las gotas condensadas de vaho se convierten en escarcha fría y dura en mis ojos. Así, unas doscientas veces diarias, hasta que algún buen amigo tenga a bien llamar a los señores vestidos de blanco que mencionan las canciones y me lleven con ellos a un lugar mejor, porque cuando les diga he sido capaz de ver a Dios y divertirme tanto, tanto... estando rota, destrozada y vacía... seguro que me llevan sin pensarlo. O a lo mejor me dicen, como mi amiga, "es que así es la vida nena!, ale, cálzate las botas que nos vamos!"