viernes, 5 de diciembre de 2014

DON QUIJOTES Y SANCHOS PANZA

     - Yo siempre me he sentido un poco Don Quijote.- Me decía el otro día un amigo.- Pero ahora mucho mas. Siento que lucho contra gigantes con la fuerza y las ganas de un niño, que libero ínsulas de gobiernos encabezados por tiranos, que ansío el reconocimiento personal y ajeno ante las grandes hazañas que llevo a cabo, solo por el bien de los demás y por obtener la admiración y el amor de mi Dulcinea.

     - Pero, tu sabes que nada de eso....- me disponía a soltarle un discurso ante la sorpresa de su afirmación, cuando me interrumpió.
   
      - Sé perfectamente lo que me vas a decir. Los gigantes que eran  molinos de piedra ante los que un hombre poco puede hacer. El gobierno de las ínsulas tan corrompido e infecto del que si no participas eres enemigo, y por consiguiente perseguido, con lo que un solo hombre no puede luchar. Y Dulcinea no era nada más que Aldonza, que aunque podría ser una maravillosa molinera, no llegaba a cumplir el anhelo de su caballero andante, es más, posiblemente ni lo supiera.
Pero necesito creer que aun quedamos caballeros con imaginación, que construyen castillos de cristal para sus princesas, para sus hijas, que cruzaría mares y océanos de tiempo por el amor de su vida, que derrocarían reyes o papas por lograr la libertad y la justicia. Que quedan Dulcineas que merecen tanto la pena que no se miden las consecuencias y Don Quijotes que no conocen el miedo.
Pero a veces creo que sólo quedan Sanchos en este mundo.

      No sabía que decir ante eso, pero me alegré tanto de que aun quedaran caballeros andantes que crearan ilusión en los demás, hombres que antepusieran la esperanza a la desilusión...y con los ojos llorosos le dije:
 
     - Recuerda, que al final, hasta Sancho Panza veía los molinos y creía en Dulcinea.

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