jueves, 27 de noviembre de 2014

CUÉNTAME UN CUENTO

     Érase una vez un joven caballero de brillante armadura, valentía sin igual y pureza de corazón al que le habían hablado de una joven y bella dama encerrada en un castillo por un dragón que deseaba tenerla recluida para siempre.
     El joven caballero decidió  ir a rescatarla. Quería liberar ese alma de su prisión indómita a la que estaba condenada de por vida. Se encaminó hacía el fastuoso castillo, todo él construido de cristal. Al llegar a las cercanías vio un resplandor increíble. Era el castillo, al reflejar el sol se iluminaba y soltaba destellos de todos los colores.
     Se quedó en la puerta del castillo, esperando a ver donde estaba el drágón y poder enfrentarse a él para vencerlo. Esperó y esperó pero no vio nada ni a nadie, hasta que de repente una voz lo llamó:
- Caballero, caballero. ¿Quién sois? ¿Qué hacéis a las puertas de mi castillo?- Una bella dama, dulce, serena y con ojos tristes se asomaba desde un balcón.
- ¡Soy el caballero andante que ha venido a rescataros de vuestro verdugo y a sacaros del encierro de este castillo, mi señora!.- gritó el caballero.
     La dama comenzó a reír a carcajadas y le indicó que entrara por el portón del lateral del castillo.
     Una vez que estuvieron en el gran salón, con la chimenea encendida, la señora le dio algo de beber y de comer para reponer fuerzas y le empezó a explicar:
- Mi buen y valiente caballero. Mi nombre es Dulcirada. Me lo pusieron porque al nacer decían que era la Dama con la mirada más dulce del reino. Pero perdí la dulzura y dio paso a la tristeza. Ahora soy la dama de las mirada triste. Cuando era una joven casadera tenía muchos pretendientes, me casé un noble del lugar y fue por su culpa por lo que acabé encerrada en este castillo y custodiada por ese dragón. Hace mucho tiempo que yo misma maté al dragón, pero decidí seguir aquí, había convertido este castillo en mi hogar. No necesito un caballero andante que me rescate. Os lo agradezco. Pero ya podéis marchar.
- ¡Mi querida señora, me sorprendéis!. Cierto es que no esperaba esta situación cuando me decidí a venir. Pero la resolución es mejor de lo que podía imaginar que fuera. Sois una dama valiente, fuerte e inteligente. No confundáis tristeza con dulzura, no son opuestas. Si bien es cierto que tenéis esa mirada triste, no deja de ser más cierto que la dulzura os rodea. Sois más de lo que cabe esperar.
Yo pensaba que había que realizar innumerables y grandiosas gestas para ser considerado "valiente" pero me habeis enseñado, que más valentía que la que se demuestra uno mismo no existe.
- Sois valiente mi señor, pues estais aquí, sin conocerme. Queríais rescatar a una dama de la que no sabíais nada. No os confundais, vuestra mejor cualidad no es la valentía, que sí la teneis, pero la supera vuestra bondad y pureza de corazón.
     ...Y el caballero se quedó en el castillo...

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