miércoles, 26 de noviembre de 2014

LA LLAVE

     Os acordáis de ese poemilla que empezaba diciendo
"Anoche mientras dormía
 soñé, bendita ilusión,
que una fontana fluía
dentro de mi corazón..."
     Pues algo así me ha pasado esta noche. La verdad es que me he despertado bastante alterada y con la respiración entrecortada.
     Os lo cuento: estaba en un gran salón, era una sala enorme. pero vacía, no había nada, más que la luz que venía de una chimenea. Yo estaba de pie junto a una puerta cerrada y todo mi afán era abrirla. Tenía una sensación muy fuerte de que podía hacerlo. De hecho, tenía la seguridad de que ya había estado abierta, a veces sí, a veces no. Sabía perfectamente lo que había detrás de la puerta y lo quería, quería estar ahí fuera como fuera. Me empezaba a desesperar, gritaba, pataleaba, lloraba, me rendía, me volvía a levantar, suplicaba... pero hiciera lo que hiciera, por mucha fuerza que utilizara o por mucha dulzura que empleara... no se abría.
    Pero de repente, sin darme cuenta escuché un leve silbido. Era como el del viento entre los arboles. Completamente derrotada y agotaba, con la cara llena de lágrimas y los ojos hinchados intenté ver al otro la do de la habitación. Una luz tenue se iba abriendo paso. Al principio no distinguía lo que era, poco a poco me fui acercando. Y entonces me di cuenta. Era otra puerta, estaba entre abierta. Agarré el pomo, para abrirla del todo y ver lo que había. Si sabía lo que había dentro, quizás... No se veía nada, pero era una habitación cálida e iluminada. Me giré, miré la otra puerta, la que yo quería abrir con tanto ahinco... seguía cerrada.
     A ver si va a ser verdad eso de que cuando una puerta se cierra, otra se abre, o quizá es que nos empeñamos tanto en las cosas que no vemos lo que nos perdemos, o querrá decir que hay puertas que una vez cerradas es mejor no abrir... Solo me pregunto una cosa: ¿dónde van todas esas llaves que se pierden?

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