domingo, 7 de diciembre de 2014

TÚ DECIDES

     Cada vez que veo jugar a los niños me doy cuenta de lo mucho que echo de menos su forma de tomar decisiones. Cuando creces, todas ellas están sujetas a las posibles consecuencias que acarrearán o no. Ante cualquier pequeño detalle de la vida nos enfrentamos a una decisión. Ultimamente creo que en realidad lo difícil no es tomarlas, personalmente tengo una vocecita interior bastante pesada que me dice qué hacer. Raras veces se equivoca. Nuestra mente, nuestro cuerpo, saben lo que necesitamos. El desarrollo de esa decisión ya es otra historia.
    Tomas decisiones desde que te levantas:¿cómo tomar hoy el café?, ¿qué ropa ponerte?, ¿qué camino coger para ir al trabajo?, para comer ¿carne o verdura?, ¿explicar algo por tercera vez o dejar que lo descubran por sí mismos?, ¿escribir un mensaje a esa persona especial o esperar a que lo haga él? Son decisiones pequeñas, pero que van marcando nuestro camino. A veces cambiamos de opinión, eso es evolucionar, en otras nos mantenemos firmes. 
     Esa imagen del niño viendo el globo alejarse ,que se le acaba de escapar, siempre me ha partido el corazón. Cuando eres adulto, sabes lo que va a suponer soltar la cuerda, pero es que a veces es necesario.
      Estoy convencida de que es el miedo lo que muchas veces nos impide soltar el globo. Los niños, sin embargo, lloran un rato, y después se olvidan. Porque siempre hay otro globo. 
      Los niños no tienen miedo a las consecuencias. Se tiran por el tobogán sin medir si se pueden caer o no. Saltan del columpio. Los adultos si no analizamos los riesgos hasta el éxtasis no nos quedamos tranquilos, y a veces, ni con esas. 
     No tengo la respuesta a sí es mejor improvisar, explorar, arriesgarse o asegurarse de una decisión. Pero sí se que las más importantes siempre suponen un riesgo. Es lo que hace que la vida sea tan emocionante y divertida. Es lo que hace que exista el amor, el placer, la emoción, la excitación, el miedo.

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