domingo, 1 de marzo de 2015

VENUS

     Ser una persona sensible tiene muchas cosas malas. Toda la porquería la hipocresía, la cobardía... y todas las demás bajezas del mundo acabadas en "-ía" que se te ocurran, de propios y extraños (más de propios) duelen como si fueran un uñero. La empatía, la mayor parte de las veces no es una ventaja, porque el dolor del alma es más difícil de aliviar que el de muelas (que se lo pregunten al pobre Calisto) e involucrarse tanto con los seres queridos nos deja, además de tonto, apaleao.
     Pero también tiene sus cosas buenas, cuando estás rodeada de esas cosas que todos sabemos del día a día, es difícil ver nada bonito. A veces, hasta te olvidas de que esas cosas existen. 
     Pero lo hace... ¡¡¡Oh, sí!!! Si un día te permites a ti misma hacerlo, descubres que Aquiles no fue atravesado por la flecha de la muerte, sino por la de cupido, que los poetas no están tirados en un portal poniéndose hasta el culo de crak, sino que se esconde entre nosotros, amando de una manera que abruma y extenúa... pero que ¡bendita sea! que la luz ha llegado a este mundo de mil formas distintas y una de ellas te extiende las manos para que le abraces y bailes con él y te besa en la boca llenandote de un oxigeno que te faltaba. Quedan almas capaces de mirar... qué digo mirar, admirarla. Porque en cada latido, en cada rincón un almendro florece y aunque no sea el tuyo deberías agradecer con miles de lágrimas ser tan afortunada de verlo. No puedo, ni quiero imaginar un día en mi vida sin contemplar, o buscar al menos, esa diosa escurridiza que se desnuda ante nosotros. No cabe en mí otra respuesta porque como dijo "otro" poeta: "Reivindico el espejismo, de intentar ser uno mismo, ese viaje hacía la nada, que consiste en la certeza de encontrar en tu mirada... LA BELLEZA". 
     

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